LONDRES.- El altar está cada día más cerca para William y Kate. La ciudad se prepara a ritmo de vorágine para la boda. Modistas dan las últimas puntadas; pasteleros arman flores para la torta; mucamas pulen bronces y cristales; la ciudad construye palcos y engalana con banderas las calles. La fiebre casamentera es contagiosa. Los medios están atentos a cada detalle, por mínimo que sea, que se hace público, y en el país se preparan miles de fiestas callejeras.
Sin embargo hay algunos inmunes a la epidemia: si un 35% de los ingleses piensa ver la ceremonia por TV, otro tanto está determinado a evitarla a toda costa. Este grupo se divide en dos: los simplemente indiferentes al evento y los abiertamente antimonárquicos (un 30% de la población británica). Así lo informó el sitio de la BBC en español. Los primeros muestran su desgano y piensan en actividades alternativas, ya que la boda genera "un fin de semana largo".
Grupos de republicanos y escépticos se vieron obligados a trasladar la gran fiesta que tenían prevista en Covent Garden, sede de los restoranes y los bares más chic de Londres, porque no les dieron autorización. La harán en la cercana plaza Red Lion y planean entretenimientos, comida y muchas bandera británicas, para desmentir la "falsa imagen de que los republicanos no son patrióticos". "Queremos acabar con ese estereotipo", expresó Graham Smith, representante de la organización. Por su parte, el grupo activista Republic, que aboga por un jefe de Estado electo, ha organizado actividades callejeras Londres, Manchester, Cardiff y Edimburgo.
Invitados y diplomacia
No sólo en las calles la política se cuela por los resquicios de la boda: Gran Bretaña decidió no invitar a al representante de Libia. La realidad internacional presiona al Ministerio de Relaciones Exteriores y la lista de invitados, complicada en todo casamiento, sigue modificándose. El protocolo establece que todos los embajadores acreditados en Londres deben ser invitados a menos que exista un problema diplomático. De hecho, representantes de Irán y de Zimbabwe recibieron su tarjeta a pesar de que las relaciones de sus países con Gran Bretaña han sido tensas en el pasado. (Reuter y especial)